Luca acaba de cumplir 2 años y ahora empieza a interesarse por sus garabatos. Hasta ahora siempre he tenido a su disposición ceras blandas, bolígrafos y tizas, pero nunca a puesto especial atención en para a jugar con sus propios trazos. Es por esto que a partir de ahora me que empiezo a cuestionar cómo podemos desde casa acompañar su proceso creativo en el dibujo, sin interferir, sin crear patrones, sin enseñar modelos y sin direccionárlo a un camino que no nazca de sus necesidades.
Nosotr@s cuando censuramos de manera no intencionada sus dibujos lo que hacemos es limitar su creatividad y no dejar que fluia de manera natural su trazo. Hemos de dejar que l@s peques expresen con libertad y, poco a poco, de acuerdo con su etapa evolutiva se irán desarrollarando sus habilidades motrices y así tendrán más libertad de expresión y se irá enriqueciendo su mundo gráfico-visual.
Así que hoy, quiero compartir con vosotr@s el cuento escrito por Helen E. Bluckey de “La flor roja con el tallo verde”. Una história que nos servirá para iniciar una reflexión de cómo los adultos “contaminamos” la creatividad de l@s peques limitándoles, creando modelos, anulando su voluntad, sus necesidades, sus gustos y sus preferencias.
Aquí os dejo el cuento para introducir este gran tema… Cómo acompañar el dibujo infantil...
La flor roja con el talo verde
“Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo:
Hoy vamos a hacer un dibujo.
Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: – Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados.
Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores.
¡Qué bueno! – pensó el niño, – me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.
Pero la maestra dijo: – Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo:
Hoy vamos a hacer algo con barro.
¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: – Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados.
Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar un plato.
¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo:
Hoy vamos a hacer un dibujo.
Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo:
¿No quieres empezar tu dibujo?
Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer?
No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra.
¿Y cómo lo hago? – preguntó.
Como tú quieras contestó.
¿Y de cualquier color?
De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo?
Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.”